Legado Cristiano
- Orlando Trujillo
- Oct 27, 2019
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Para nadie es un secreto que desde que los apóstoles comenzaron a difundir el evangelio, los cristianos han sido perseguidos, pero jamás esa persecución ha sido a nivel mundial como lo es ahora.
Estamos viviendo una nueva y feroz persecución de cristianos en todo el mundo, sin excluir en el Mundo Occidental, eso, a pesar de que la civilización occidental que tiene sus raíces éticas y morales en el cristianismo. Como mucho se ha difamado al cristianismo. Hoy intento recordar algunas de las muchas aportaciones valiosísimas del cristianismo a la humanidad. Hace años el Papa Juan Pablo II dijo que Europa necesita una nueva catequización y yo digo que todo Occidente lo necesita.
Ante todo, debemos tener presente que la historia se divide en antes y después de Cristo. Porque las enseñas del divino maestro trajeron a la humanidad una serie de conceptos de amor y fraternidad que cambiaron los esquemas brutales y discriminatorios de las sociedades paganas. Todas ellas cubiertas de sangre.
San Pablo interpretó justamente las enseñas de Jesús, referente a que el mensaje del Mesías no era sólo para los judíos, que era para toda la humanidad.
Como las enseñanzas del rabí de Galilea no murieron con su crucifixión, el Sanedrín desató una pertinaz persecución de cristianos en Judea, durante la cual asesinados Esteban y Santiago. Ese hostigamiento hizo que en el año 66 abandonaran Jerusalén y se refugiaron en Petra. Los cristianos también eran ferozmente perseguidos en el resto del Imperio Romano, ya que Roma exigía que se adorara al César como a un dios y los cristianos se negaban a ello. Sin embargo, a pesar de ello, el cristianismo cada día ganaba más seguidores. ¿Cómo se explica eso, por qué el cristianismo crecía en medio de tanta hostilidad? La respuesta estaba en que aquella sociedad era violenta, discriminadora de la mujer, guerrera, esclavista y cruel. Mientras que los cristianos en sus comunidades no hacían diferencia entre la valoración de la mujer y la del hombre. Agreguemos que a diferencia del paganismo, los cristianos consideraban a los esclavos seres humanos en todos los sentidos y les brindaban fraternidad e igualdad. Por lo tanto, era natural que el mensaje del Cristo fuera bien recibido. Además, por las obras de misericordia que los cristianos realizaban eran admirados. Por ejemplo: En el 251 d.C., Cornelio, le escribió al obispo de Milán que las iglesias de su diócesis atendían a más de mil 500 viudas y necesitados. En el 165 d.C., bajo el emperador Marco Aurelio, el imperio fue asolado por una epidemia terrible, que mató a un tercio de la población. Mientras que los paganos escaparon de las ciudades abandonando a los contagiados; los cristianos se quedaron juntos a los enfermos para atenderlos. Algo que el propio emperador reconoció.
Las persecuciones romanas llegaron a su fin con el General Constantino. Ese general se hallaba enfrascado en una guerra con Majencio por el control del Imperio, cuando soñó que Jesús le ordenaba colocar en su estandarte las dos iniciales de su nombre y antes de la batalla vio en el cielo una cruz y las palabras “con este símbolo vencerás”. Tras su victoria Constantino detuvo las persecuciones e impuso el Edicto de Milán, del año 313, por el que se garantizaba la plena libertad religiosa para el cristianismo. Junto con la legalización del cristianismo, Constantino comenzó a inmiscuirse en los asuntos eclesiásticos cuando convocó al “Concilio Ecuménico de Nicea” en el 325. A partir de ese momento el cristianismo se había convertido en una religión con estrechos vínculos con el poder político.
Poco antes había surgido en Occidente el monacato. Desde hacía siglos en Asia existían monasterios budistas, pero los monasterios cristianos nacieron en Egipto con San Pacomio, el padre del monacato cenobítico, mientras que en Europa el padre del monacato fue San Benito de la Nusia, fundador de la Orden Benedictina. Ustedes se preguntarán ¿Por qué es tan importante hablar de los monjes? Bueno, porque cuando los bárbaros en el 476 d. C. destruyeron el Imperio Romano de Occidente, fueron los monjes copistas los que con su labor salvaron las obras clásicas y lograron conservar los conocimientos de la cultura greco-romana. Con el paso del tiempo muchos monasterios se transformaron en centros de enseñanzas. En ellos se enseñaba pintura, música, teología, filosofía, medicina, etc. De hecho, se puede afirmar que ellos fueron las simientes de las universidades. Además, en los monasterios se borraron las diferencias sociales del medievo, sus abades o superiores llegaban a sus cargos por méritos y no por ser nobles o libres. Un ejemplo fue Honorato, fundador del monasterio Fordi, ya que él era de origen servil y campesino. También los monasterios constituyeron focos de ayuda a los menesterosos y enfermos. El primer hospital gratuito y abierto a todos los enfermos lo fundaron monjes bizantinos y posteriormente existieron hospitales en todas las diócesis cristianas. En muchas ocasiones los monasterios fueron refugio de los débiles y los perseguidos por criticar al poder político. Fue gracias a la inmensa la labor de los monjes misioneros, que el cristianismo se extendió a toda Europa.
A la caída del imperio romano los bárbaros ocuparon Roma, pero poco después la abandonaron debido la pobreza y la insalubridad, de la otrora Ciudad Eterna. Roma se había convertido en algo más que una aldea azolada por el paludismo y fue entonces que el gobierno de Roma quedó en manos del Papa. Posteriormente algunas otras ciudades italianas se fueron sumando a los territorios gobernados por el Papa, formando así lo que sería con el tiempo los Estados Pontificios. Lo que hacía que el Papa era la cabeza espiritual de los católicos y el rey de un reino terrenal.
Los azotes de Europa en el medioevo fueron el Islán por el Sur, los normando o vikingos por el Norte y los magiares por el Este. De todos ellos, fueron los musulmanes los más acérrimos enemigos del cristianismo. Mucho se ha hablado de las cruzadas y es muy común culpar a la iglesia católica de comenzar esas guerras. Nada más falso. La realidad es que el Islán es una religión conquistadora, cuya meta es imponerse por la fuerza como la única religión en todo el mundo. Por lo que los musulmanes después de haber conquistado desde el Mediterráneo hasta China, se concentraron en la conquista de Bizancio, así como de todo el mundo cristiano. Cuando Jerusalén cayó en sus manos, los musulmanes se dedicaron a hostigar a los peregrinos cristianos que acudían a la ciudad. Fueron innumerables los pedidos de auxilio enviados al Papa por las iglesias cristianas de Oriente. El Islán tenía aterrorizada a toda Europa.
En el 1073 ascendió al trono papal Gregorio VII y 2 años después en el Concilio de Clermont llamó a liberar la Tierra Santa. Pedido que fue entusiásticamente respaldado por el reputado predicador Pedro El Ermitaño al grito de “Deus lo Vuit” o Dios lo quiere. Los cristianos recuperaron Tierra Santa y establecieron 4 reinos en la región, pero menos de un siglo después, en 1187, los sarracenos bajo Salahadin reconquistaron Tierra Santa.
La Europa Medieval estaba fragmentada en infinidades de reinos y estos a su vez en feudos de la nobleza. Esos señores feudales, algunos de los cuales eran más poderosos que sus respectivos reyes, tenían sus propios ejércitos, eran muy belicosos y ocupaban su tiempo haciéndose la guerra de rapiña entre ellos. Poco podía hacer la Iglesia para eliminar esa costumbre, pero hizo todo lo posible por mitigarla. Así, logró que se acordaran unas treguas que duraban desde los viernes en la noche hasta el amanecer de los lunes y quienes la violaran eran excomulgados. Esas treguas se conocieron como la Paz de Dios.
El primer gran sacudión dentro del cristianismo se produjo cuando la Iglesia de Bizancio se separó de la de Roma, en lo que conoce como el Gran Cisma. El problema comenzó cuando Constantino politizó la Iglesia y trasladó la capital del imperio de Roma a Constantinopla en el 313. Al morir el emperador Teodosio, en el 395, el imperio se dividió entre Roma y Bizancio. La primera como el Imperio Romano de Occidente y la segunda como el Imperio Romano de Oriente. La Iglesia católica tenía al obispo de Roma como Papa y cabeza del cristianismo, ya que Jesús había señalado a Pedro como cabeza de su Iglesia y Pedro estaba enterrado en Roma. Pero los bizantinos consideraban que la cabeza del cristianismo debía estar en Constantinopla, llamada en esos tiempos la Joya de la Cristiandad.
La relación entre ambas iglesias cristianas se mantuvo tensa hasta que el Patriarca de Constantinopla, Miguel I, acusó a la Iglesia de Roma de hereje y excomulgó el Papa León IX. Este a su vez excomulgó al Patriarca y así en el 1054 la Iglesia cristiana se dividió entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa. En realidad, el cisma había comenzado mucho antes, cuando el Papa coronó al rey franco Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano, ya que los bizantinos tenían su propio candidato a emperador. Carlomagno agradeció al Papa reconociendo la legalidad de los Estados Pontificios, en el 816, cuando firmó con el Papa un tratado al respecto.
En 1073 ascendió al solio pontificio Gregorio VII. En una época en que era común que los monarcas otorgaran cargos eclesiásticos a personas de su preferencia o que los compraran. Hay que recordar que esos cargos conllevaban el disfrute de rentas y posesión de territorios. Para poner fin a la simonía, o venta de cargos eclesiásticos, y reafirmar el celibato del clero, el Papa llevó a cabo el “Sínodo Romano”. La medida provocó un conflicto entre el Papa y el emperador Enrique IV, quien desconoció a Gregorio VII como Papa y el Sumo Pontífice respondió excomulgando al monarca. El conflicto quedó resuelto cuando el emperador acudió a la residencia papal en Canosa y permaneció 3 días en la nieve bajo la ventana del Papa, pidiendo su perdón. Al final el perdón fue otorgado y en el Concordato de Worms quedó establecido que sólo el Papa puede otorgar cargos eclesiásticos.
Posteriormente la Iglesia Católica se vio en medio de rejuegos políticos, principalmente entre el rey de Francia y el Papa. El Papa Bonifacio VIII era un celoso defensor de la soberanía papal y llegó a afirmar que Dios le había dado a los Papas el estar sobre todos los reyes y reinos de la Tierra, lo que lo enfrentó al rey francés, Felipe IV. A la muerte de Bonifacio, Felipe IV aprovechó para maniobrar hasta llevar al trono papal a un francés en 1309, Clemente V. Este Papa cambió la sede papal de Roma a la ciudad de Avigno, en donde 7 Papas residieron. Debemos tener presente que el siglo XIV fue uno de hambre, epidemias y guerras en Europa. Fue el siglo de la Peste Negra y de la Guerra de los 100 años. Además, Los turcos se apoderaban de los Balcanes y llegaban frente a Viena. En medio del caos imperante, los conventos y monasterios fueron los lugares en que los hambrientos hallaron alimentos, los perseguidos refugios y los enfermos alivio. Por eso el pueblo respetaba al bajo clero, mientras que despreciaba a la alta curia. En aquella vorágine se llegó al extremo de tener 2 Papas, uno en Avignon y el otro en Roma. Para colmo, en 1309 dos Papas se excomulgaron mutuamente. Setenta y ocho años después, Gregorio XI regresó a Roma, pero a su muerte de nuevo hubo 2 Papas al mismo tiempo. Fue en 1407 que terminó ese cisma y Roma continuó siendo la única sede del Papa.
Después del descubrimiento de América en 1492, comenzó la colonización por España de las nuevas tierras, pero también se despertó la codicia de los otros reinos europeos, que comenzaron a reclamar territorios en el nuevo mundo. Todos ellos ambicionaban las riquezas de esas tierras. Los conquistadores españoles esclavizaron a los amerindios y se escudaban con las llamadas Encomiendas. Se trataba de una hipocresía basada en la idea de prelados, como Juan Ginés de Sepúlveda, quienes consideraban a los amerindios como unos bárbaros paganos que necesitaban ser guiados y para eso se le encomendaba a un colono varios indios para que los educaran y adoctrinaran en el catolicismo. Lo cierto era que los aborígenes eran explotados inmisericordemente por los encomenderos. Afortunadamente, en la corte española los indígenas americanos tuvieron poderosos defensores en religiosos como los dominicos Bartolomé de las Casa y Antonio de Montesinos; los franciscanos Francisco de Vitoria y Toribio Benavente y el jesuita José de Acosta. Estos frailes lograron, tras el Concilio de Valladolid en 1550, que el emperador Carlos V decretara la abolición de las encomiendas y la total libertad de los amerindios, como súbditos de la corona.
Mientras tanto, en Norte América los puritanos de las 13 colonias durante décadas mantuvieron una relación de moralidad y respeto con los aborígenes, pero con la llegada de nuevos colonos que no huían de la persecución religiosa, sino que buscaban enriquecerse, cada vez fueron más los incidentes violentos entre los europeos y los amerindios, principalmente porque los nuevos colonos buscaban despojar a los indígenas de sus tierras. Ante los abusos e injustos despojos que sufrían las tribus indígenas, muchos pastores protestantes alzaron sus voces en contra de la rapiña de los colonos. Aclaremos que no todos los colonos actuaron de esa manera. La secta religiosa de los cuáqueros trató con justicia y respeto a los indígenas, especialmente bajo la dirección de William Penn. Este inglés era muy religioso y fue el fundador de la ciudad Filadelfia, o ciudad del amor fraternal. Verdaderamente Penn fue un ejemplo de hombre ilustrado, justo y cabal. El actual Estado de Pensilvania lleva su nombre.
Mientras tanto, en Europa la jerarquía de la Iglesia Católica estaba muy desprestigiada, lo que provocó movimientos disidentes dentro del mismo clero. Figuras como Juan Huss, John Wycliff, Tomás Moro, etc. buscaban vivir más profundamente las enseñanzas evangélicas y rechazaban la corrupción en el alto clero. Fue entonces cuando surgió el monje agustino, teólogo y profesor de la universidad de Wittenberg, Martin Lutero. Este religioso atravesó una profunda crisis espiritual y, después de reflexionar largamente sobre los escritos de San Pablo, terminó desafiando el sistema sacramental católico del perdón. Él llegó a la conclusión de que el hombre es justificado ante Dios, no por obras, sino por fe, por lo que es superflua la función del sacerdote en la confesión. Por ese entonces, el Papa León X ideó costear la construcción de la Basílica de San Pedro, autorizando la venta de indulgencias. Se aseguraba que los santos en su vida terrenal habían acumulado tantas bendiciones, que se podían comprar para reducir la permanencia de los pecadores en el purgatorio. Esa fue la gota que colmó el enojo de Lutero.
Verdaderamente, el dominico cada vez se apartaba más del Vaticano, al que acusaba, entre otras cosas, de alterar la Eucaristía al no ofrecer a los laicos las dos especies, el pan y el vino. En 1517 Lutero clavó en la puerta de la Iglesia de “Todos los Santos” sus 95 Tesis, en las que fustigaba a la Iglesia Católica. El Vaticano reaccionó con todo su poder y si Lutero se escapó de morir en la hoguera, fue porque el poderoso elector de Sajonia, Federico III, y la nobleza germana lo protegían. Esa protección era interesada, porque Lutero en su obra “Anden Christilichen Adelera”, abogaba para que se creara una iglesia nacional alemana y que los príncipes alemanes confiscaran las numerosas propiedades de la iglesia católica. Esa vinculación entre Lutero y los Señores se evidenció cuando los campesinos de Bavaria se sublevaron en contra de los señores feudales y Lutero apoyó la represión que esos señores emplearon en contra de los rebeldes. Eso hizo que Bavaria rechazara las ideas de Lutero y fuera la única región alemana que continuó siendo católica.
Al eliminar la mediación de los sacerdotes, Lutero ordenaba a sus seguidores que buscaran la voluntad de Dios directamente en la Biblia. De esa manera el protestantismo afirmaba la libertad del ser humano frente a las autoridades religiosas y políticas.
Algo que ayudó a la rápida propagación del movimiento protestante fue la invención de la imprenta de letras metálicas y móviles de Juan Guttenberg, lo que abarató el precio de los libros. También fue fundamental para esa propagación la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, ya que la puso al alcance del entendimiento del pueblo. Sin lugar a dudas, todo eso tuvo enormes repercusiones en la educación del pueblo, porque para leer la Biblia había que aprender a leer. También los protestantes, siguiendo las enseñanzas de San Pablo, consideraron honroso el trabajo manual y estimularon el ahorro. Algo diferente a las ideas populares en el medioevo implantadas por los germanos, los que como pueblos guerreros, consideraban denigrante el trabajo manual. El resultado fue que los países protestantes desarrollaron un culto al trabajo que les proporcionó ventaja sobre los países católicos, en donde prevalecía la costumbra medieval de despreciar el trabajo. Por eso, la Revolución Industrial surgió en Inglaterra y se expandió rápidamente en los países protestantes, mientras que los países católicos se rezagaban.
En reacción a la Reforma surgió la Contra Reforma en la segunda mitad del siglo XVI. Se trató de religiosos y teólogos que buscaban sanear la iglesia, sin abandonar el catolicismo. Su origen estuvo en el Concilio de Trento, cuyas conclusiones, además de pedir el fin de la corrupción en el clero, reafirmaba la doctrina católica y concluía que la Biblia es fundamental para el cristiano, pero que se completa con la tradición. Lutero sólo reconocía 3 sacramentos, pero Trento confirmó el bautismo, la Eucaristía, la confirmación, el matrimonio, Orden Sacerdotal, confesión y la penitencia. También se confirmó la veneración de los santos y se fortaleció el poder de los Papas. La principal figura de la Contra Reforma fue Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de Jesús en 1540. San Ignacio como ex militar llamó compañía a la orden que fundó y le dio el título de general al Superior de su orden. Los jesuitas se caracterizaron por ser doctos, por sus misiones evangelizadoras en América Y Asia. Como otras órdenes religiosas, desde su fundación los jesuitas han sido creadores de escuelas.
Entre los teólogos que siguieron el camino protestante, destacó Juan Calvino, un sacerdote francés que rompió con el catolicismo. En 1533 Calvino se marchó a Ginebra y tiempo después fue un personaje de enorme autoridad moral. Calvino fue un reformador distinto a Lutero, él no contó con el apoyo de los príncipes y abogó por la separación de la Iglesia y el Estado. Sin embargo, su influencia teológica superó a la de Lutero. El calvinismo se extendió por Francia, Suiza, Bélgica y Holanda. También fue el propulsor de la reforma escocesa.
Las divergencias dentro del cristianismo provocaron durante los siglos XVI, XVII y XVIII que Europa fuera desgarrada por varias guerras religiosas.
Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, las 13 colonias de Norteamérica se independizaban de Inglaterra. La población de la Nueva República era de unos 3 millones de habitantes, casi todos protestantes divididos en: 900 mil puritanos escoceses, 600 mil puritanos ingleses y 500 mil calvinistas de extracción holandesa, alemana y francesa. El número de católicos era insignificante. Por eso la influencia de los puritanos fue decisiva en la redacción de la Constitución Americana. Tan es así, que la fuente de la que Thomas Jefferson copió fue “La Declaración de Mecklenburg”. Un documento suscrito por los presbiterianos de origen escocés en Carolina del Norte en 1775. La Revolución Americana trazó un modelo político de división de poderes, calcado de la estructura de gobierno eclesial de los presbiterianos ingleses y ha sido tan exitosa, que la república basada en ella ha existido durante casi 3 siglos sin dictaduras.
Otra acusación que se hace contra el catolicismo es la creación de la Inquisición, con sus torturas y ejecuciones. La Inquisición se instituyó en Italia en 1232 y en realidad era un instrumento represivo del poder político del Papa como rey. Lo que los críticos de la iglesia católica olvidan cuando denuncian los abusos de la Inquisición, es que dentro del protestantismo también se realizaron torturas de herejes y quemas de brujas. Aunque esa institución fue abominable, no debemos juzgar a los hombres de ese entonces basado en nuestros actuales valores morales, debemos verlos en el mundo en que vivían. No obstante, al margen de esos actos crueles que eran opuestos a las enseñas del Cristo, los misioneros cristianos, tanto católicos como protestantes, realizaron una magnífica labor altruista en favor de los aborígenes en las colonias y entre los pobres y enfermos de todo el mundo.
Aunque sabemos que los cristianos fueron perseguidos muchas veces. Fue en el siglo XIX cuando las persecuciones tuvieron un origen ideológico. Primero fueron las ideas materialistas y anticristianas de Marx y Engels creadores del llamado marxismo científico que proclamaba “La religión es el opio de los pueblos”. Tengamos presente que en todos los lugares en que el comunismo se ha implantado, acto seguido se desata una feroz persecución a los cristianos. El marxismo ha sido la doctrina más perniciosa para la humanidad, en algo más de un siglo han ocasionado, al menos, 100 millones de muertes y otros muchos millones fueron encarcelados y torturados por sus creencias políticas o religiosas, especialmente por ser cristianos.
También fueron un azote para los cristianos las ideas de Friedrich Nietzsche. Este filósofo alemán afirmaba que “Dios ha muerto” y que el cristianismo fue la creación de San Pablo como el instrumento de los hombres inferiores en contra de los hombres superiores. Su idea de una raza superior a la que todo se le está permitido, fue la base del nazismo. A propósito, el nazismo consideraba a los cristianos como servidores de la conspiración judía mundial en contra de la raza superior. Los nazis enviaron a los campos de concentración a obispos, sacerdotes y decenas de miles de cristianos, muchos de los cuales fueron asesinados. Entonces ¿Por qué los nazis permitían que las iglesias funcionaran? Porque como la mayoría del pueblo alemán era cristiano, ellos decidieron que no era el momento oportuno para prohibir el cristianismo y lo toleraron de mala gana. Eso fue aprovechado por grupos de cristianos para ocultar en conventos, monasterios e iglesias, incluido el mismo Vaticano, a muchos perseguidos por los nazis, especialmente a judíos.
En la segunda mitad del siglo XIX, Italia se unificó bajo la corona de la Casa de Saboya. Como parte de esa unificación, el Reino Italiano absolvió los Estados Pontificios, por lo que el Papa quedaba sometido a la soberanía italiana. Esa situación era muy difícil para el Papa, ya que quedaba como supeditado a la voluntad del Reino Italiano. En 1929, el líder fascista Benito Mussolini a nombre del rey Víctor Manuel III, firmó un Concordato con el Papa Pio XI, llamado El Tratado de Letrán. Por dicho acuerdo, el Papa reconocía legalmente la anexión de los Estados Pontificios al Reino de Italia y este a cambio le pagaba una indemnización. También el Reino Italiano reconocía al territorio del Vaticano; como un Estado soberano con todas sus prerrogativas y al Papa como su soberano.
A fines del siglo XX comenzó una invasión pacífica de Europa por parte de gente procedente de países de mayoría musulmana. Personas que en su mayoría se niegan a integrarse a los países en que viven y se rigen por la ley Sharia. La situación es tan grave que está cambiando la fisonomía de algunas naciones. Mientras tanto, verdaderas masacres de cristianos se han realizado en el Medio Oriente, en el resto de Asia y en África. Matanzas antes las que se mantuvo indiferente la administración Obama. Algo trágico es que el materialismo ateo se ha ido apoderando de la sociedad occidental.
¿Cómo hemos permitido que la nación más libre de la tierra haya ido perdiendo poco a poco sus libertades? Las ambiciones personales son la respuesta. En Estados Unidos, país cristiano desde su fundación, nos prohibieron expresar públicamente nuestra devoción a Dios. Nos impusieron una Reserva Federal que se apoderó del control del dinero. Eliminaron la primera enmienda al controlar lo que podemos o no decir, con el famoso “Políticamente Correcto”. Tienen una constante campaña para desarmarnos. Destruyen la moral de nuestros jóvenes, envenenándolos con drogas, pornografía y promiscuidad. El colmo es que intentan borrar hasta el género con el que nacimos.
¿Por qué tienen tanto poder esos conspiradores? Nunca debemos olvidar que se trata de una conspiración mundial con mucho dinero. Por eso tenemos un Congreso inoperante, porque muchos de sus miembros responden a las corporaciones supranacionales. Tenemos el caso del despreciable George Soros. Este sujeto, a pesar de ser judío, comenzó su carrera denunciando a judíos ricos a la Gestapo, a cambio de una comisión. Después, con sus manejos financieros, ha provocado enormes crisis económicas en varios países, de donde está expulsado. Además, Soros destina cientos de millones de dólares anualmente para mantener organizaciones pro Nuevo Orden Mundial. Su influencia en Washington es tal, que ha hecho que se despidan periodista y se cierren programas en los que se han denunciado sus infamias. Los conspiradores hace años que penetraron al Vaticano y ahora han colocado en el solio pontificio a un apóstata que ofende las vestiduras que lleva al traicionar al evangelio.
Gracias a Dios, el pueblo eligió a Donald Trump, que sin lugar a dudas es un patriota americano. A pesar del constante asedio en su contra, el presidente ha logrado detener la veloz espiral descendente hacia la implantación del fabianismo. Pero la lucha para derrotar definitivamente al marxismo globalista aún está muy lejos de terminar. Han sido muchos años de infiltración en las instituciones políticas y religiosas por parte de los conspiradores del Nuevo Orden Mundial. Dios nos ilumine y ayude a preservar nuestras libertades
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